La resistencia de las mujeres hospicianas

El 18 de octubre, de la mano con el inicio de un estallido social a nivel país, ocurre la primera parte de una revolución centralista, sustentada gracias a la pauta periodística enfocada en presentar las demandas sociales acorde a las formas de protesta metropolitanas.

En paralelo a un tiempo prolongado en pantalla, además de una cantidad considerable de páginas completas en los diarios para relatar saqueos, incendios, concentraciones y violaciones a los derechos humanos ocurridas en gran parte en Santiago de Chile.

Hasta cierto punto, esta situación es revertida mediante el uso de redes sociales como canales alternativos al bloqueo informativo de la prensa, principalmente los días en que se decreta Estado de Emergencia en todo el país, trayendo consigo la salida de militares de los cuarteles a la calle, el aumento de la violencia policial desmedida contra civiles y múltiples violaciones a los derechos humanos que continúan hasta hoy, día en que es publicada esta entrada.

Para el 20 de diciembre, el Instituto Nacional de Derechos Humanos tenía registrado 3.557 personas heridas (2.856 hombres, 408 mujeres, 264 niñes y adolescentes); 359 personas con heridas oculares ; 2.040 personas heridas por disparos; 223 personas heridas por lacrimógenas, además de un centenar de denuncias por violencia sexual, agresiones, torturas y detenciones ilegales.

Sin embargo, no hay un mayor desglose de esta información por regiones, ni tampoco las vías oficiales de organismos institucionales que manejan cifras sobre violaciones a Derechos Humanos entregan insumos sobre lo que ocurre en el resto del país -que no es Santiago-.

Una vez más, podemos ver cómo el centralismo arrasa con todo a su paso, esto gracias a la pauta periodística de los medios de comunicación, haciéndonos creer incluso que en regiones el movimiento social y su unificación ha decaído, a pesar de que estén floreciendo nuevos espacios de encuentro, lucha y resistencia como flores en el desierto.

Una de esas flores es la Asamblea de Mujeres de Alto Hospicio, colectiva que lleva ya un par de semanas organizándose y realizando actividades por la memoria y para fomentar la colectividad en un territorio que ha construido su historia común tomando como punto de partida los 13 femicidios + 1 femicidio frustrado por parte de Julio Pérez Silva, el mal llamado “psicópata de Alto Hospicio” quien violó, asesinó y luego lanzó a pozos mineros de mucha profundidad a mujeres y niñas con las que se topaba en el camino, luego de que ofrecia llevarlas a sus destinos.

Estas mujeres y niñas fueron acusadas por la sociedad, la institución, la prensa local y la policía de ser consumidoras de drogas o trabajadoras sexuales que deciden abandonar sus hogares por razones socioeconómicas, sin haber realizado las investigaciones pertinentes luego de sus desapariciones.

El estigma que cargó la sociedad sobre las “Reinas de la Pampa” implicó la conformación de una idea del territorio marcada por la violencia, la discriminación y la falta de oportunidades, en un lugar en donde si miras por la ventana solo ves el café de los cerros.

Es por esto que no deja de ser importante ver cómo las mujeres de Alto Hospicio se reúnen de nuevo y se reconocen entre sí para resignificar la historia común y construir un futuro que honre las vidas que fueron arrebatadas.

Además de buscar formas en cómo volver más seguro un territorio que cada vez que es nombrado en voz alta recuerda la magnitud de la violencia machista ante la cual las mujeres pueden llegar a toparse y enfrentarse.

Entre estos espacios de encuentro, integrantes de la Asamblea junto con otras mujeres que se animaron realizaron el taller de confección de capuchas, para resguardar su identidad y para volver a encontrarse cómo lo hacen cada sábado.

Entre hilos, lentejuelas, telas elasticadas y conversaciones varias pasó la tarde sin siquiera imaginar que el confeccionar este instrumento pasaría a ser una instancia empoderante, manifestada en la fuerza de cada una de las asistentes al ser retratadas para este artículo.

Entre nosotras nos observamos, tenemos mucho en común -más allá de venir de Alto Hospicio-. Surge en medio del desierto nuevos momentos para reconstruir la historia que nos fue arrebatada y contada por otros afuerinos, hombres con “poder”.

Ni el centralismo puede con la determinación de la resistencia que existe entremedio de los cerros y el mar. Es una historia que está sentando su inicio para ir por el futuro.

Nada podrá ser más fuerte que las mujeres que se reunen a re-escribir su historia.