El desierto es testigo

Desde pequeña, siempre me llamó la atención la historia de la matanza de la Escuela Santa María de Iquique, encontraba muy impactante ese relato que menciona cómo corrió un río de sangre por las calles, entre personas vivas que fingieron su muerte y entre los muertos que dejó el cobarde acribillamiento ordenado por Roberto Silva Renard. 

Cuando en el colegio nos hablaron a medias de lo que implicó el 11 de septiembre en Chile, sentí que no había tanta distancia y diferencia entre ambos acontecimientos. Sentí el dolor y la angustia. Entre todo eso, no dejaba de preguntarme cómo había sido el 11 de septiembre en Iquique, de qué color habrá estado el cielo, si de repente la camanchaca se volvió más densa que de costumbre o si es que quizás ese día el sol no se atrevió a brillar.  

Cuando descubrí que Pisagua fue un centro de detención y tortura durante la dictadura, entendí que en realidad el norte estaba marcado por las violencias y cobardías de la institución y su represión.  No dejaba de llamarme la atención que pasaran los años y muy poca gente hiciera el ejercicio de recordar más allá de los claveles rojos. Por lo que veía, quienes recordaban eran quienes tenían algún vínculo directo con esto, más que toda la gente que habitaba la región. 

Entre eso y mientras pasaron los años, pensaba que en realidad el desierto es un lugar propicio para olvidar, entre tantos cerros, silencio e inmensidad. El mismo desierto que borró las huellas de las y los pampinos que caminaron días para llegar a Iquique a exigir sus derechos teniendo refugio en la Escuela Santa María. El mismo sol que vio por última vez a los hombres detenidos y desaparecidos que dejó Pisagua. La misma chusca que ocultó entre rocas los cuerpos de las Reinas de la pampa. El mismo aire que guardó el secreto sobre el lugar en dónde está José Vergara.  

El desierto es un lugar que está lleno de heridas abiertas que se cubren un poco por la sal de mar, los minerales de la costra del caliche y la arena fina de las alturas… todo esto se cubre y a veces, por lo mismo, no nos permite ver y recordar la parte triste de la historia común entre todxs quienes habitan la región. 

Hoy 11 de septiembre es un día para recordar lo importante de no olvidar. Me atrevería a decir que no hay lugar en Chile que no haya sido testigo de la violencia dictatorial, es por esto mismo, que el compromiso con la memoria sigue vigente e imperante, solicitando a nosotrxs, las generaciones más jóvenes, sentir el compromiso por generar espacios propicios para recordar y trabajar en torno al pasado, para lograr ir sanando colectivamente nuestra historia común.  

Hasta la fecha, ninguno de los centros de detención y tortura que existieron en la región de Tarapacá tienen una placa que indique para qué fueron utilizados en algún momento. Tampoco existe mayor registro sobre los testimonios de hombres y mujeres sobrevivientes. Tampoco existe un lugar al cuál poder consultar estas historias para mantener la memoria fresca. 

Aún sigue pendiente recopilar las partes de la historia que se encuentran inconclusas, entre ellas, saber qué hacían las mujeres que lograron sobrevivir ante toda esta violencia histórica, qué cosas vieron, qué rol tomaron en ese momento, cómo lo recuerdan, cómo se sienten hoy. Proyecto Paitocas busca asumir ese compromiso con la memoria mediante el ejercicio de escuchar, agradecer y recopilar, para que todos y todas podamos tener acceso a nuestro pasado y poder honrarlo como corresponde. 

La región de Tarapacá es un lugar que tiene mucho por contar, más allá de su apariencia turística y de los imaginarios negativos que la prensa ha construido. 

Para publicar esta nota, tomé de internet una foto del coro de Ex Presas Políticas de Pisagua. Tuve la hermosa posibilidad de escucharlas cantar firmes y valientes en la plaza Condell el 11 de septiembre de 2018. Mujeres inspiradoras, ancestras, de las cuáles se sabe muy poco. Este texto pudo haber estado acompañado de una foto que graficara el dolor de nuestra tierra, pero verlas sonrientes me recuerda que aún hay futuro y que es trabajo de todos y todas no olvidar.

Un pueblo sin memoria es un pueblo sin historia.